A todos vosotros ahora, artistas, que estáis
prendados de la belleza y que trabajáis por ella; poetas y gentes de letras,
pintores, escultores, arquitectos, músicos, hombres de teatro y cineastas... A
todos vosotros, la Iglesia del Concilio dice por nuestras voz: Si sois los
amigos del arte verdadero, vosotros sois nuestros amigos.
La Iglesia está aliada desde hace tiempo con
vosotros. Vosotros habéis construido y decorado sus templos, celebrado sus
dogmas, enriquecido su liturgia. Vosotros habéis ayudado a traducir su divino
mensaje en la lengua de las formas y las figuras, convirtiendo en visible el
mundo invisible.
Hoy como ayer, la Iglesia os necesita y se
vuelve hacia vosotros. Ella os dice por nuestra voz: No permitáis que se rompa
una alianza fecunda entre todos. No rehuséis poner vuestro talento al servicio
de la verdad divina. No cerréis vuestro espíritu al soplo del Espíritu Santo.
Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la
belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, es quien
pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste la
usura del tiempo, que une las generaciones y las hace comunicarse en la
admiración. Y todo ello por vuestras manos.
Que estas manos sean puras y desinteresadas.
Recordad que sois los guardianes de la belleza en el mundo, que esto baste para
libertaros de placeres efímeros y sin verdadero valor, para libraros de la
búsqueda de expresiones extrañas o desagradables.
Sed siempre y en todo lugar dignos de vuestro
ideal y seréis dignos de la Iglesia, que por nuestra voz os dirige en este día
su mensaje de amistad, de salvación, de gracia y de bendición.
CONCILIO VATICANO II
8 de diciembre de 1965
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